La boda de Laura e Íñigo vol.2

Retomamos la boda de mis queridos Lau e Iñi, ¿sabéis qué me pasa con las bodas tan especiales y tan llenas de detalles y momentos imborrables? Que me aturullo sin remedio, quiero contarlo tan bien y transmitiros tantas cosas … que me siento y no avanzo. Y al final las bodas más intensas son las que peor se me da relatar y me muero de la rabia.

El otro día nos quedamos en la limonada que les pusimos en medio del camino para que los invitados llegasen fresquitos e hidratados, y es que en el cóctel les esperaban algunas sorpresitas.

Lo primero, el protocolo. Preparamos una tarjetita para cada invitado, que los novios personalizaron por detrás con frases para cada uno de ellos, ¡poca broma porque eran trescientos! Meses que los tuve esclavizados a mis pobres escribiendo y escribiendo, pero mereció tanto la pena… Buscamos mesas, paja, troncos de madera, cajas antiguas, botellas llenas de flores para dar peso a las cuerdas. Todo era poco para ubicarlos a todos pero lo conseguimos. Un display enorme en el que todo el mundo encontró su lugar. No todas las fotos son de Megan Spelman, alguna es nuestra y aunque son peores por supuesto hemos recurrido a ellas porque cuando la pobre llegó ya casi no quedaba ni rastro del montaje, ¡me chifla cuando los invitados se vuelven locos, interactúan con la decoración y se lo llevan todo!

Mientras se buscaban iba apareciendo la comida, y además de los aperitivos pasados decidimos colocar algunos bodegones y puestos de showcooking por todo el campo. El trabajo de El Laurel sensacional, la comida y la presentación fantástica, y el showcooking de arroces, de lo más rico que he comido en una boda, ¡ay ese arroz negro cómo estaba!

Una de las cosas que más me gustan en los aperitivos es que haya un menú, para que los invitados lo puedan mirar y digan, ¡ay, que aún no he probado las tostas con foie! ¡Pues yo me he perdido las gambas! Y donde poner el menú del cóctel en esta boda lo tuve claro desde la primera visita al pueblito bueno, en la que me dediqué a registrar trasteros y sótanos volviéndome loca con cada hallazgo. Esa maravilla de ventanas tenían que ser mías, un sueño. 🙂

Y creo que para terminar, la última sorpresa del aperitivo: el perchero. Esta era una boda informal, en la que queríamos por encima de todo que la gente se sintiese cómoda. Era un prao en medio de la nada, hacía calor, lo vimos claro. ¡Chaquetas fuera! ¿Y qué pasa cuando el padre de la novia es monitor de los Scouts? Pues que con tres palos y una cuerda te monta un pedazo de perchero total look rustic en dos minutos que te deja loca. Yo aún no he conseguido averiguar cómo lo hizo, pero una cosa tengo clara: me pido fichar al padrino para El sofá amarillo. Un crack, un supercrack.

Una boda estupenda, en la que todo el mundo disfrutó muchísimo. Y mientras los novios se iban diez minutos al campo de al lado a hacerse un par de fotos con Megan…

… los invitados comían, charlaban y se relajaban en los espacios rustic chill out que preparamos para ellos, acompañador por la música en directo de un fantástico grupo de jazz.

Yo creo que para hoy es suficiente, ¿no? Madre mía, creo que es la primera vez que me lleva un post entero solo contaros el aperitivo, y eso que me he cargado la mitad de las fotos… Yo de repente quiero que sea verano, quiero estar en una boda, quiero una copita de vino y desayunar una cazuelita de arroz negro. Son las 9 de la mañana pero chhhsssst, que nadie lo sabe. 🙂

¡Un beso enorme y feliz miércoles bonituras!

Indara